El Sewelô, con sus 1.758 quilates, es el segundo diamante en bruto más grande del mundo y ha roto las reglas de un negocio que lleva siglos en manos de muy pocos.
Cuando el Viernes Santo de 2019 un minero llamado Metsebayeng sacó un enorme diamante en bruto de su mina en Botswana, sus compañeros no le tomaron en serio. En parte porque la mina había sido abandonada por improductiva por los De Beers, la poderosa familia que controla desde hace más de un siglo la extracción, el precio y la talla de casi todos los diamantes del mundo.
Sewelô significa “hallazgo raro” en setswana, el idioma oficial de Botswana. La piedra preciosa es del tamaño de una pelota de tenis, mide 83mm por 62mm por 46mm, pesa 352 gramos y se calcula que tiene una antigüedad de 2 mil millones de años.
Gracias a las nuevas tecnologías de extracción el Sewelô no sufrió daño alguno tras ser retirado de la mina de Karowe, algo que no sucedía en el pasado, cuando muchas piezas se maltrataban durante su transportación. Solamente lo recubría una fina capa de carbón. Su hallazgo es el tipo de descubrimiento que ocurre una vez por siglo, solo superado en tamaño por el famoso Cullinan de 3000 kilates, encontrado en Sudáfrica a principios del siglo XX.
Cuando Eira Thomas, la CEO de Lucara, la compañía extractora, confirmó que la piedra era la más grande extraída en un siglo (1.758 quilates), los grandes señores del negocio la ningunearon: la compañía canadiense era una recién llegada y ellos serían quienes establecerían el precio, el momento de la venta y lo que se haría con la piedra. Eira, hija del geólogo que creó la compañía en 2009, decidió romper las reglas un poco más y acudir con su Sewelô a otros compradores fuera del sector, algo que hizo explotar la cabeza a los viejos joyeros. Eira ya había intentado saltarse las reglas hacía dos años en Sotheby´s, pero no lo consiguió por el complot de los grandes.
Lo que no imaginaba Eira es que el gigante del lujo LVMH entraría en el juego y haría saltar las pocas reglas que quedaban en pie. En enero, Louis Vuitton compraba un 25% de la piedra por un precio que no ha sido desvelado. El 50% seguiría siendo de Lucara y el resto de los socios que hicieron posible el acuerdo. Michael Burke, CEO de Louis Vuitton, vio una oportunidad largamente esperada (meses antes había comprado Tiffany): la de entrar en la alta joyería y convertirse en uno de los “cinco primeros jugadores”, como ha explicado después, y todo eso “antes de lo que la gente pueda imaginar”. Ahora el Sewelô saldrá de gira por Asia para ser presentado ante unos clientes también nuevos en esto y que, según arma Burke, no están tan preocupados por la calidad como por “que se pueda reconocer al atravesar un bar”.
Con información de: www.esquire.com y www.revistacentral.com.mx